SOLIDARIDAD DE GÉNERO – Solidaridad humana

Una vez despiertas del letargo que nos convirtió durante milenios en cómplices de los poderes discriminatorios contra las mujeres ¿cuál es el siguiente paso? Una vez que decidimos no continuar transmitiendo saberes para el sometimiento de una parte de la humanidad ¿cuál es el siguiente paso? Cuando entendemos con nuestros corazones la barbarie que durante milenios hemos no sólo soportado sino legitimado y preservado como guardianas ¿cual es nuestro siguiente paso?

Es común que cuando una de nosotras rechaza con ira y dolor el papel subyugado de la mujer que transmiten las cadenas intergeneracionales, reaccione rechazando su existencia como mujer y trate de mimetizarse con los hombres: este rechazo impide la sanación que nos permite transformar nuestras vidas y las vidas de otros; nunca será rechazando lo que somos como podremos convertirnos en personas integradas y hacer prevalecer una visión de la vida diferente a la visión guerrera conquistadora vigente durante milenios y de la que la gran mayoría de los habitantes de la Tierra —humanos, animales, vegetales, minerales y acuíferos—  somos hoy víctimas. Aunque nos mimeticemos con los hombres, seguiremos marginadas por el poder dominante a causa de nuestra biología entendida desde esta matriz androcéntrica como  biología subalterna creada para satisfacer necesidades biológicas y afectivas de los hombres.

Pero no sólo nos esclavizan sino nos esclavizamos a nosotras mismas por  nuestra biología que hemos aprendido a despreciar. Sin embargo, la verdad está oculta tras las diversas expresiones de dominación de las mujeres que incluyen desde leyes escritas en libros considerados sagrados hasta hechos muy actuales que nos obligan a exigir #ni una más, ni una víctima más, ni una política misógina más que oculte y legitime la violencia contra nosotras. Terminó la tolerancia al daño contra nosotras mismas y contra otras mujeres. Transformamos el silencio cómplice en solidaridad actuante.  

Por esta misma capacidad biológica que nos ha mantenido y aún nos mantiene agredidas, paralizadas, calladas en complicidad pasiva, en connivencia tácita, tenemos el poder, la autoridad y la responsabilidad de unir, reconciliar a esta gran humanidad fragmentada, para no continuar siendo relegadas ni relegándonos a nosotras mismas por razón de género, para que nunca más se registren en las anónimas estadísticas violaciones y feminicidios perpetrados por hombres adiestrados por la cultura dominante para odiar, despreciar y someter a las mujeres. Liberemos nuestra capacidad creadora; liberemos a las nuevas generaciones humanas de las mentiras sobre la inferioridad de las mujeres y la superioridad de los hombres.

De la serie Despertares. María Inés Aldao

Para cambiar la manera de pensar es necesario entender el origen histórico que subyace bajo las creencias que deseamos cambiar. Con este propósito rastreo a continuación algunas leyes del antiguo Medio Oriente relativas a la violación; escojo, entre otras fuentes que también nos permitirían llegar a las mismas conclusiones, el Código de Hammurabi y el libro Deuteronomio (Debarim).

En el Código de Hammurabi, expuesto en la antigua Babilonia en el templo del dios solar Tammuz y en las plazas públicas del reino para el conocimiento de todos los súbditos, se entremezclan contenidos prepatriarcales sumerios  escritos cerca del año 2 430 AC con contenidos de transición agregados por los legisladores del sexto monarca amorreo, Hammurabi (1722-1686 AC). En este contexto de transición, de asimilación de lo prepatriarcal a lo patriarcal, se sitúa la ley relativa a la violación que analizaremos a continuación. La ley dice así: ‘Si un señor ha kabbalum (la palabra significa violentar, amordazar, paralizar, inmovilizar, atar, dominar) a la esposa de otro señor que no había conocido varón y que vivía en la casa de su padre, y yació en su seno y le han sorprendido, ese señor recibirá la muerte; la mujer quedará en libertad’.

El sentido amplio del término kabbalum no deja dudas: la víctima, una joven virgen que aún está bajo la potestad del padre y no ha pasado a ser propiedad del futuro marido, fue físicamente dominada de tal modo que no dejara lugar a las suspicacias patriarcales en cuanto a que el hecho ocurriera con su consentimiento. Se aclara en el Código de Hammurabi que la mujer ‘no ha conocido varón y que vivía en la casa de su padre’. Estos hechos son determinantes para considerarla inocente: que fuera virgen y que viviera bajo la autoridad de su padre. Estos condicionantes reaparecen escritos más de mil años después en Deuteronomio.

En Deuteronomio, registrado por la tradiciones religiosas judía y judeocristiana como quinto libro de Moisés, leemos: ‘Si un hombre encuentra a una joven virgen que no está comprometida, y se apodera de ella y se acuesta con ella, y son descubiertos, entonces el hombre que se acostó con ella dará cincuenta siclos de plata al padre de la joven, y ella será su mujer porque la ha violado; no podrá despedirla en todos sus días’ (22,28-29). Observamos en esta relación entre hombres que lo único que se toma en cuenta es el daño a la propiedad del padre, resarcido con la multa y el matrimonio obligatorio del violador con la hija ya sin valor comercial a causa de la pérdida de su virginidad. El nuevo dueño tendrá el derecho de utilizar su propiedad a su antojo con la obligación estipulada por el matrimonio de satisfacer sus necesidades básicas. Se trata de una transferencia de título de propiedad en que el único agraviado es el padre, ya que en este caso legal la joven no está comprometida con ningún hombre en espera para ser su dueño.

En caso que la joven virgen estuviera comprometida para casarse, se estipula que: ‘Si hay una joven virgen que está comprometida a un hombre, y otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella, entonces llevaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los apedrearéis hasta que mueran; la joven, porque no dio voces en la ciudad, y el hombre, porque ha violado a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti’ (22,23-24). De este modo, en caso que la víctima estuviera bajo un compromiso matrimonial viviendo aún con sus padres, la violación es considerada adulterio y a la mujer violada como adúltera. En este caso el agraviado es el dueño virtual, el hombre comprometido que aún no ha tenido relaciones sexuales con ella. Es impensable dentro de estas coordenadas psicosociales que el hombre comprometido la aceptara como esposa en esas condiciones.

Doula. María Inés Aldao

Otra hipótesis considerada en Deuteronomio consiste en la probable inocencia de una joven: ‘Pero si el hombre encuentra en el campo a la joven que está comprometida, y el hombre la fuerza y se acuesta con ella; entonces morirá sólo el que se acuesta con ella, no harás nada a la joven; no hay en la joven pecado digno de muerte, porque como cuando un hombre se levanta contra su vecino y lo mata, así es este caso; cuando él la encontró en el campo, la joven comprometida dio voces, pero no había nadie que la salvara’ (22,25-27).

Como puede observarse si el hecho ocurriera en la ciudad la legislación presupondría que la joven no gritó porque fue cómplice del hecho; no se considera la posibilidad que el agresor le hubiera impedido gritar; se concluye que si no se oyeron sus gritos fue porque consintió, por lo tanto no se trataría de un robo forzado como en el caso de la víctima ultrajada en el campo, sino adulterio considerándose tanto al violador como a la mujer violada como cómplices del robo de la propiedad del hombre a quien ella estaba destinada.

En caso que la mujer violada estuviera casada, la ley mosaica estipula que ‘Si se encuentra a un hombre acostado con una mujer casada, los dos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer; así quitarás el mal de Israel’(22,22). No se contempla la posibilidad que la mujer hubiera sido forzada.

La mujer perseguida por escribas y fariseos, fieles seguidores de la ley mosaica, que nos presenta el  Evangelio de Juan (8,1-11) fue perseguida sola a pesar que fue ‘sorprendida en el acto mismo de adulterio’(8,3). Si fue sorprendida en el acto mismo ¿dónde quedó el hombre con quien fue sorprendida? La ley de Moisés estipula para ambos, hombre y mujer, la muerte por lapidación. La pregunta obligada es: ¿dónde estaba el adúltero? Aunque este texto del Evangelio de Juan no aparece en los manuscritos más antiguos y se considera un agregado posterior, nos obliga a reflexionar acerca de la solidaridad entre los hombres, solidaridad que Jesús revirtió solidarizándose no con los hombres, sino con la causa de las mujeres. Lástima que los cristianismos sin Jesús dominantes que padecemos y hemos padecido durante dos mil años no tomen en cuenta esta y otras enseñanzas de Jesús contra el orden misógino.

El imaginario social que subyace bajo estas leyes mosaicas sigue hoy vigente. Las legislaciones han cambiado, pero no así las mentalidades, al menos no han caducado de forma general estas creencias agraviantes contra las mujeres, por ello las dudas contra la probidad de las mujeres está siempre latente en el imaginario social. Aún en los casos en que queda comprobado jurídicamente que la mujer fue víctima de violación existe la tendencia a cuestionar a la víctima con conjeturas como que la víctima estuvo en el lugar incorrecto o a la hora incorrecta o vestida de una manera impropia, o que propició de algún modo el ataque. Las sospechas contra las mujeres continúan latentes en el imaginario social.

Los cuentos infantiles clásicos son formas didácticas de enseñanza de las creencias dominantes. La Caperucita Roja, cuento clásico de la tradición oral de Europa occidental escrito por primera vez por Charles Perrault —quien suprimió detalles cruentos de la tradición oral que aquí también evitaré— recreado posteriormente por los Hermanos Grimm, quienes agregaron un final feliz, trata de una niña que desobedeció dos normas preventivas para evitar a mujeres de cualquier edad situaciones riesgosas: cambió el camino seguro por un atajo del bosque y habló con un extraño. En el cuento, el lobo primero ‘comió’, simbolismo de violación y feminicidio, a la abuelita después ‘comió’ (violó) a la niña.

De la serie Despertares. María Inés Aldao

Sabemos por estadísticas que las circunstancias en que se produce el delito de violación así como el perfil de las víctimas son variables: las mujeres son violadas sin importar la edad: son violadas desde bebés hasta ancianas;  en cualquier lugar: casas, calles, campos, escuelas, estacionamientos. Asimismo es variable la identidad del violador: padre, padrastro, familiares cercanos a la víctima u hombres desconocidos, aunque las mayores índices corresponden a hombres cercanos a la familia. El único perfil constante del violador corresponde a un sujeto del sexo masculino que efectúa un delito que es consecuencia del menosprecio global ancestral hacia las mujeres.

Corolario del cuento de La Caperucita Roja: las mujeres son responsables de lo que pudiera acontecerles si desobedecen las normas de seguridad previstas e impuestas para ellas.

Detengámonos a pensar cuáles son nuestras creencias más profundas que, aunque intentemos ocultárnoslas a nosotras mismas, son la raíz de la discriminación que toleramos. Es imprescindible conocer y transformar las creencias discriminatorias ocultas que transmitimos de forma consciente e inconsciente a través de mensajes explícitos e implícitos. Creencias discriminatorias heredadas de nuestros ancestros femeninos y masculinos que nos enseñaron a fragmentar a la humanidad en vencedores y vencidas, además de  otras muchas formas de fragmentación existentes.

Sanémonos a nosotras mismas para generar vidas sanas y logremos transformar la historia de la humanidad de lo que hoy es, un recuento de luchas, muertes y abusos, en una historia pacífica. Para ello debemos empezar por pacificar nuestros corazones, hacer benignas nuestras vidas, lo que sólo podremos lograr si entendemos a fondo la interconexión de todo lo existente y aprendemos a valorar la vida en su extraordinaria belleza.

No es la biología de los hombres la que los convierte en violadores y feminicidas, no es una insaciable, incontrolable necesidad biológica la que los hace esclavos de su sexualidad; no es un determinismo  biológico el que les impediría controlar sus instintos sino sus pensamientos, sus sentimientos, sus creencias que las mujeres no son personas sino cosas aptas por naturaleza para ser sometidas.

Uniéndonos, dejando de vivir como conciencias fragmentadas, las mujeres y los hombres lograremos la pacificación de nuestras personas y podremos vivir en conciencia de integración, conciencia de amor, de compasión, expresando en nuestro diario vivir la certeza que ‘La Tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos’ (Bahá’u’lláh).

Las mujeres sabemos ser solidarias, aunque se nos ha enseñado que nuestra gran solidaridad debe estar limitada a los hijos, a la familia. Parte de nuestra tarea es desaprender las formas de control que limitan nuestra solidaridad y atrevernos a ser solidarias entre nosotras, incrementando esta solidaridad hasta anular las políticas de género que nos separan a unas de otras.

La madre es la figura más solidaria que existe. Las mujeres tenemos el poder de la madre en nuestros corazones, no sólo en nuestra biología. De hecho, el mayor poder de cuidar, nutrir, proteger, radica en nuestros corazones y no en nuestra biología. Si rescatamos este gran poder y lo liberamos del encasillamiento producido por las políticas de género, construiremos redes protectoras alrededor de nuestras vidas; tejiendo estas redes de solidaridad terminaremos por transformar en justicia incluyente el orden dominante excluyente establecido.

Corresponde a toda la humanidad reformular las políticas impuestas por los los oscuros intereses financieros, políticos y religiosos de las minorías que rigen el planeta y mantienen fragmentadas nuestras conciencias; poderes que nos han convertido en su granja humana amaestrada en la inseguridad y el miedo.

Las mujeres, por  nuestra capacidad de crear, pensar, sentir, parir, nutrir, amar, tenemos el poder de unir todos los fragmentos dispersos de la Tierra.

#Ni una más

Acerca de la autora

Aída Reboredo Arroyo
Aída Reboredo Arroyo
Es autora de libros y artículos; cofundadora del primer centro de estudios de la mujer en México. Es Psicóloga Clínica con estudios de maestría y doctorado realizados en Francia y Brasil. Fue profesora universitaria en diversas instituciones académicas de la Ciudad de México y de Veracruz, así como cofundadora de las Agencias Especializadas en Delitos Sexuales.

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6 comentarios sobre “SOLIDARIDAD DE GÉNERO – Solidaridad humana”

  1. Dr. Carlos

    Me encanto simplemente me encanto la descripción de hechos y la reflexión qué haces desde nuestros antiguos hasta nuestro presente, sin embargo, y me refiero al texto de María Magdalena Yo si te creo, que es evidente una falta de formulación e interacción real entre el mismo yo de cada uno y el mismo querer hacer, el sexo fuerte y que describes muy bien en este texto es lo que muchas mujeres son solo que nosotros el sexo débil no damos el lugar que deberían tener, y por lo tanto es la percepción. De los demás, las estadísticas de los decesos por siempre muestran un claro ejemplo que los que se dicen del sexo predominante son mayormente desaparecidos del planeta y muchas veces orquestados por diferentes factores sociales, etnicos, de cultura o de raza, haría un llamado a la prudencia y a la lógica de los puntos exactos en donde como sociedad “igualitaria” deberíamos trabajar …..

  2. Paola Ivett Domínguez Espinosa

    Gracias Doctora Aída por este nuevo artículo sobre la solidaridad de género. Esta serie de artículos me ha revuelto ideas, emociones, y de alguna manera, movido el piso; principalmente lo que sentía era ira e impotencia, ante miles de años de trasmisión de ideas de sometimiento donde se enseña que las mujeres son las perdedoras (ultrajadas, anuladas, asesinadas) mientras que los hombres son los vencedores, la historia de desequilibrio a favor de unos pocos, promoviendo la ignorancia humana.
    Desde que recuerdo siempre fui sensible al dolor humano, y siempre quise participar en alguna acción que aliviara el dolor de las personas, pero mis ojos estaban velados a la injusticia humana de mayor magnitud: la violencia de género, activa desde hace miles de años, donde desde la infancia se les condiciona a niñas y niños a reproducir la historia de vencidas y vencedores, donde el partrón cultural aceptable es de la mujer objeto de sometimiento, condicionamiento raíz de muchos sufrimientos.

    El tema de este
    artículo ‘solidaridad humana’ promueve el empoderamiento del género sometido con consecuencias de empoderamiento humano equitativo. La Dra. Aída nos recuerda de una manera bellísima a través de profundas ideas e imágenes que coinciden como piezas de un fino y brillante rompecabezas, que las mujeres tenemos la capacidad, autoridad y responsabilidad de hacer un cambio en los saberes que transmitimos, ya no de sometimiento, sino de justicia y libertad. El cambio comienza apaciguando nuestros corazones, vernos con compasión ante la ignorancia que las mujeres mismas dimos vida al quedarnos calladas, al mimetizarnos con la mentalidad de sometimiento a nosotras y a otras y al conferir autoridad total al género masculino. Así también ver con compasión a los hombres que del mismo modo han sido condicionados tanto por hombres y mujeres para desarrollar conductas misóginas.

    El cambio que invita este artículo es a redescubrir nuestro poder de solidaridad, representado en el poder de madre que nutre, cuida, acompaña, protege y sea alía en favor de la vida que ella misma dio cabida y promovió con su propia vida.
    Me gustó mucho leer que el poder de madre se encuentra en las mujeres no solamente de forma biológica, sino principalmente en el corazón. Reconocer este poder en nosotras hace que podamos darnos vida y cuidar de ella, es el reflejo mismo de la imagen y semejanza de nuestro Espíritu Creador.

  3. Grisell

    Excelente escrito Dra
    Plasmas la verdad del trato y lugar en que los hombres y y la sociedad q ellos crearon pusieron a las mujeres y lo q hoy sucede con muchas es resultado de ya no querer seguir teniendo el trato o estigma del sexo débil.

  4. Norma Pérez

    Al terminar de leer este texto lo que pasó por mi cabeza fue cómo hacer que las mujeres podamos estar convencidas de nuestro poder unificador. Dado que las cosas no las vemos como son sino cómo somos ¿cómo podemos convencernos de lo contrario que hemos sido por tantos años? Recuerdo que mi madre siempre contaba la historia de que cuando nací le dijo la enfermera “fue una niña, pobrecita, va a sufrir” . Y así aceptamos el lugar de desventaja en este mundo.
    Convencidas estamos de lo que se debe cambiar, nuestro reto es pensar en cómo despertar la consciencia de cada una para que reconozca su naturaleza divina. Soy madre de una hija y abuela de una nieta. Mi esperanza es que les toque ver una sociedad en donde todos caben.

  5. Damián

    Me ha gustado mucho leer este artículo porque expresa de manera clara y precisa el poder de la mujer, poder que se encuentra no en su biología sino en su corazón. Es desde el corazón donde podemos nutrir, cuidar, proteger, enseñar, nuevas maneras de pensamiento porque es el lugar donde habita la Sabiduría. Es desde el corazón donde podemos ser solidarias con las de nuestro propio género.
    Sanar la historia de horror que hemos experimentado como mujeres en sometimiento, para poder abrazar lo que en esencia somos: seres en libertad. Dando así paso al poder inherente en nosotras.
    En la medida que podamos sanar nuestras heridas iremos ampliando el campo de acción no sólo en nuestras familias, sino abrirnos a la solidaridad de todas aquellas que a través de su silencio gritan y gimen en dolor y sufrimiento a causa del abuso y la violencia.
    La inferioridad que hemos aceptado es mental, nos ha paralizado de miedo. Son creencias implantadas desde antes de nacer. Pero hoy podemos mirarlas, aceptarlas, y desde aquí podemos transformarlas. Negar su existencia es negarnos a nosotras mismas el derecho a terminar con este ciclo interminable de abuso y violencia.
    Retornemos a la integridad de nuestro esencia en este papel fundamental de ser mujeres. Recuperemos la grandeza que nos fue otorgada y que yace en el interior de nosotras mismas.

  6. Zoila M Alen

    Excelente!
    Maravilloso texto para celebrar este DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER .
    Ademas de Solidaridad humana me di un salto imaginario hasta Magdala , viajando en tus palabras, y también puedo decir MARÍA MAGDALENA YO TE CREO .
    Me gusta mucha y vas exacta y directamente a la esencia cuando describes el poder de la mujer no en lo biológico sino en nuestro corazón de madre . Fuerte y hermosa descripción.
    Gracias por ser fuente de conocimiento, inspiración y fortaleza .

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